Un misionero español visitaba una isla, cuando se encontró con tres sacerdotes aztecas.
-¿Cómo rezáis vosotros? – preguntó el padre.
-Sólo tenemos una oración – respondió uno de los aztecas -. Nosotros decimos: “Dios, Tú eres tres, nosotros somos tres. Ten piedad de nosotros.”
-Bella oración – dijo el misionero -. Pero no es exactamente la plegaria que Dios escucha. Os voy a enseñar una mucho mejor.
El padre les enseñó una oración católica y prosiguió su camino de evangelización. Años más tarde, ya en el navío que lo llevaba de regreso a España, tuvo que pasar de nuevo por la isla. Desde la cubierta, vio a los tres sacerdotes en la playa, y los llamó por señas.
En ese momento, los tres comenzaron a caminar por el agua hacia él.
-¡Padre! ¡Padre! – gritó uno de ellos, acercándose al navío-. ¡Enséñanos de nuevo la oración que Dios escucha, porque no conseguimos recordarla!
-No importa – dijo el misionero, viendo el milagro.
Y pidió perdón a Dios por no haber entendido antes que Él hablaba todas las lenguas.
Tomada del libro "A orillas del rió Piedra me senté y lloré" por Paulo Coehlo.
Recordemos que no hay que juzgar, ya que Dios está en todos lados y va más allá de los límites impuestos por nosotros mismos.
Miriam Gómez - Ángeles Día a Día - www.angelesdiaadia.com